Aprendí el oficio de diseñador industrial de la mano de Lluís Porqueras a finales de la década de los 80.
Hoy soy un profesional maduro, que normalmente piensa que sus trabajos aún mantienen el espíritu de aquellos primeros años, teniendo en cuenta que me sigue interesando más hablar de como he realizado las cosas y como las he resuelto que el resultado final; y no porque el resultado final no me interese, en realidad es realmente importante, sino porque el resultado final es obvio y hay que dejar que se juzgue, y los detalles invisibles solamente el autor los puede explicar con conocimiento y pasión.